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Por qué no uso Facebook ni Whatsapp

Anónimos Anónimos

Hace unos años leí 1984 de George Orwell, me espantó la idea de un estado que controla todas las acciones (pretendiendo controlar el pensamiento) de la gente. Me parecía imposible que algo así pudiera pasar, sin embargo, por lo que he visto es mucho peor. No solo lo hace el estado sino que se lo dejamos hacer también a empresas particulares.

Hace unos meses que entro habitualmente en GNUSocial y ayer comentaba la impresión de que estamos en una especie de terapia de grupo. Somos los «Anónimos Anónimos». Todos buscando privacidad, anonimato, software libre, activismo. Nos apoyamos en nuestra decisión de dejar el «feisbuk» o el «güasá» y sólo nos falta alguna voz diciendo el «te queremos fulanito» para que el grupo de apoyo sea constituido.

No tengo nada que ocultar

Bueno eso se lo he oído a gente que me rodea cuando sale el tema de la privacidad. «Yo no tengo nada que ocultar», puede ser cierto pero ¿desde qué punto de vista? ¿Quién te dice que lo que ahora no deja de ser una mera anécdota sea algo negativo en tu vida futura? Hemos visto lo que acarrean los chistes políticamente incorrectos en «tuister» escritos años antes a políticos que no podían imaginar que años más tarde eso les traería esos dolores de cabeza. ¿Qué pasa si subo las fotos de una juerga o de alguna travesura de juventud? Ah, que resulta que las oficinas de personal de las empresas lo revisan todo en las redes sociales y lo que creías sólo una travesura con consecuencias sólo en una resaca al día siguiente se ha convertido en que no te contraten (o incluso te despidan) años más tarde.

Yo sí tengo cosas que ocultar. Por ejemplo, lo primero que hice cuando tenía el proyecto de abrir un gabinete de psicología fue formatear un pendrive con un sistema de cifrado donde poder transportar cómodamente información de posibles clientes. Con la seguridad de que si lo perdía el acceso a esa información sensible sería imposible –o muy difícil para un usuario medio–.

Hace un tiempo vi ese vídeo en un blog que sigo habitualmente y reafirma mis planteamientos.

No eres nadie si no estás en una red social

Parece que no tienes vida si no la aireas. Pero hay más falacias en esa afirmación. Estoy en varias redes sociales y participo en ellas, solo que no lo hago ni en Facebook ni en Twitter. Me he pasado a GNUSocial, Diaspora*, Blablanet, incluso a una montada en Esperanto «Verduloj». Y en esas redes no hay una empresa detrás ávida de los datos que le puedan proporcionar inocentemente sus usuarios para venderlos al «big data». La diferencia fundamental de esas redes con las privativas es que si no te gusta el trato que recibes en un nodo, te vas a otro y listo.

Las redes sociales no son forma de comunicarse. Evitan la discusión y el razonamiento. Todo tema que se pueda discutir queda aparcado en el olvido al día siguiente, haciendo muy difícil la búsqueda y el rescate de información que sea antigua. Muchas veces lo único que se ve en ellas son mensajes del tipo: «Mira qué feliz soy, ¡que se jodan las de mi pueblo!» (bueno, vale, eso es un chiste solo para los que ven «Oregón televisión» en Aragón). Y con tal de sumar «likes» o «retwits» son capaces de cualquier cosa.

Además en estas cosas pasa como en las vacunas. Facebook tiene un perfil mío, no solo de cuando estaba en la red, que lo guarda seguro, sino que además, engorda cuando alguien de mi entorno me menciona o sube fotos. No sólo eso, han llegado los usuarios a un grado de dependencia tal, que sólo estudiando cuándo se conecta o deja de conectarse, se puede estudiar a qué horas duerme y cómo es su ciclo de vigila-sueño.

Whatsapp tampoco

Antes de que existiera esa aplicación ya conocía y utilizaba XMPP. Es un protocolo de comunicación entre terminales, el mismo protocolo que utiliza whatsapp (se cree, porque es una aplicación cerrada) y su gran competidor «telegram». En ambos casos dejamos que una empresa almacene en sus servidores los mensajes que nos mandemos entre nosotros. Mi pregunta es: ¿Por qué? ¿Por qué les dejamos hacerlo? El protocolo XMPP permite mensajes cifrados entre nodos que no puedan ser cotilleados por nadie.

Esa aplicación de mensajería pertenece a Facebook, esa empresa ¿qué vende? Bien, ya tienen también tu teléfono y tu dirección que están vinculadas a tu cuenta de Facebook, tu dirección electrónica, tus gustos, tus relaciones. Ya pueden venderte.

En XMPP, te creas una cuenta, por ejemplo yo utilizo «notxor» en suchat. Nada de nombres personales, ni direcciones ni otra información que no sea la mínima necesaria para que puedas acceder a tu cuenta. Y ese acceso a tu cuenta no sólo lo puedes hacer desde tu teléfono con aplicaciones como Conversations, sino también desde tu ordenador, desde la tablet o desde cualquier otro dispositivo que tenga una aplicación de acceso a XMPP. Tu id no está asociado a ningún número de teléfono y esa cuenta será tuya, cambies o no de número, dejes de utilizar determinada plataforma o sistema operativo, hasta que quieras mantenerla.

La falacia de la seguridad

Con el argumento de la seguridad quieren hacernos creer que debemos dejarnos espiar por cualquiera. Yo no estoy en absoluto de acuerdo con esa máxima. Cuando me explicaron esto de la democracia me dijeron que uno de sus pilares es la separación de los poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.

No tengo inconveniente en que me espíen las comunicaciones, siempre que un juez determine que hay indicios claros de que puedo estar cometiendo algún tipo de delito.

Cuando utilizábamos la correspondencia en papel, lo solíamos hacer enviando un papel dentro de un sobre. No estaba a la vista de todos y si alguien quería ver lo que había escrito se arriesgaba a cometer un delito abriendo una carta que no iba dirigida a él. A la postre, un juez podía autorizar a la policía espiar esa correspondencia, pero la policía no puede hacerlo porque sí, si no hay indicios claros de delito.

¿Por qué tengo que dejar que me espíen mis comunicaciones electrónicas? Sobre todo cuando ya no utilizamos apenas la correspondencia ordinaria.


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Publicado

El jueves 2016-03-03 11:00

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Varios

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