Llevo unos días procrastinando un poco por la red. Dando vueltas a varias páginas, sin rumbo fijo y sin un motivo especial. Estaba buscando libros con contenido técnico-informático, quizá algo teórico práctico con el único objeto de aprender algo nuevo. Todo comenzó por un tema laboral, el jueves debo pasar una prueba para un posible trabajo y piden unos conocimientos mínimos de Java. Por eso, comencé una búsqueda de libros en los que repasar el poco java que sé, pero al final se ha convertido en una búsqueda de libros sin demasiado criterio.
Bueno, no del todo. Sí encontré los libros que buscaba sobre Java. Todos en inglés, por supuesto. Comencé a ojearlos e incluso uno lo estoy leyendo poco a poco, haciendo los ejercicios que propone. Sin embargo, no es un lenguaje que me agrade, siempre me ha gustado bastante más Python y resulta que encontré uno sobre este lenguaje que cubría más o menos los aspectos de programación que estaba buscando para Java, así pues: ¡a la saca también!. Empecé a tirar del hilo y aparecieron otros temas que siempre me han resultado curiosos como «redes neuronales», «complejidad», «estadística predictiva», algunos desde Python y otros desde Java. El caso es que siendo conocimiento abierto, pues estaban publicados con licencia creative commons y de descarga libre, sin pensarlo acabé con 13 libros (número mágico) en PDF amontonados en un directorio de mi disco duro.
De momento estoy centrado en el tema que inició todo. Me repaso el Java y a la vez practico un poco el inglés. Almaceno en mi disco duro un par de los libros que debo repasar y once que en principio no estoy seguro que vaya a leer después. Once libros de entre 200-300 páginas, en inglés. Una tentación de guardar.
No sé por qué están en mi disco duro ocupando espacio –como muchos otros–. Si los necesitara en el futuro creo que sería capaz de encontrarlos de nuevo en la red –como muchos otros–, sin embargo están ahí. Creo que incluso me empezarían los sudores fríos y los temblores al pensar en borrarlos.
No solo esos ficheros, sino muchos otros. Correos electrónicos sin importancia, que recorren muchos años de correo electrónico intrascendente hasta completar las casi dos Gb en basura electrónica. Creo que debo hacer limpieza de libros, de correos, de fotos. No porque falte sitio, aún quedan unas cuantas Gb libres y creo que de ahí viene el tema: hay sitio, es gratis y lo mismo cuando quiera leerlo (posiblemente nunca) no tenga conexión. Y así se va llenando un disco duro de un montón de información que resulta intrascendente pero imprescindible para mi tranquilidad.
Aún sabiendo, que cuando desconocía la existencia de esos libros mi vida continuaba siendo todo lo plena que puede ser, el «Diógenes» apalancado en mi pobre cerebro sabe que no podría estar igual de tranquilo sin tenerlos a un click. Aunque en realidad no los necesite, aunque en realidad no los lea.