Muchas veces debemos tomar decisiones. Es algo que implica el crecer y ejercer de persona adulta. Sin embargo, hay personas que sufren tomando esas decisiones. Constantes en la pregunta ¿me habré equivocado? o un posterior arrepentimiento ¡Debí coger la pastilla azul! que decían en Matrix.
A todos, de vez en cuando, nos asalta el pasado. Nos preguntamos si no hubiera sido mejor tomar tal o cual decisión en su momento. Pero ya es tarde, no podemos dar marcha atrás, por mucho que nos digamos «si hubiera sabido esto... ». Bueno, es lo que sucede cuando tomamos decisiones: es imposible adivinar todas las implicaciones que una acción (u omisión) puede tener en el futuro. Sin embargo, siempre hay que recordar que en el momento de tomar la decisión lo hicimos con todos los datos que teníamos en ese momento y por tanto, elegimos la mejor de las soluciones que pudimos tomar.
Para reflexionar un poco sobre el pasado y sobre el futuro, sobre cómo tomarse los pensamientos sobre el pasado cuando nos asaltan, Marlat en 1994 contaba esta historia sobre dos monjes budistas:
Dos monjes caminaban por un sendero en un bosque de algún lugar de Asia. Ambos iban en silencio para mantener el precepto de no hablar en favor del noble silencio. Tras volver una curva en el sendero, divisaron a una joven mujer muy atractiva vestida de blanco que dudaba en el borde de un charco de lodo que atravesaba todo el camino. No había manera de atravesar ese paso sin mancharse sus vestidos en esas sucias aguas. Como parte de su tradición religiosa, ambos monjes sabían que tenían votos de no tocar, ni siguiera mirar, a una mujer. Cuando se aproximaron a la mujer, sin embargo, uno de los monjes rápidamente tomó en sus brazos a la mujer y la llevó al otro lado sin decirle una palabra. Los dos monjes siguieron caminando. Pasaron varias horas y el otro monje no daba crédito a lo que había visto. Finalmente no pudo soportarlo más y rompió su voto de silencio. Gritando, le dijo: «¿Cómo has podido hacer eso? No sólo la miraste, sino que la tomaste en tus brazos y la llevaste al otro lado». El otro monje miró a su acusador y pausadamente le replicó: «Yo dejé a esa mujer en el suelo hace ya horas. Parece como si tú la estuvieras transportando aún, ahora mismo».
Tomado de: Terapia de Aceptación y Compromiso
Kelly W. Wilson y M. Carmen Luciano
Ed. Pirámide