Cuando estudiamos nos dicen que debemos «pensar» y se supone que nos enseñan a hacerlo. Más bien lo que hacen es enseñarnos a solucionar unos pocos problemas tipo esperando que nosotros seamos capaces de, en el futuro, en nuestra vida real, extrapolarlos a las situaciones que nos encontremos.
Nos dicen también que el rasgo distintivo del ser humano es su inteligencia –no deben haber asistido nunca a una reunión de comunidad de vecinos los que lo afirman– y que por tanto, el pensamiento –y cuanto más abstracto mejor– es la capacidad suprema del ser humano. Pero hay una serie de ideas o creencias sobre nuestro pensamiento que pueden acarrear problemas de índole psicológica.
Veamos las trampas.
Los pensamientos son la realidad
Se basa en que la percepción que tienes de una cosa constituye la realidad. Sin embargo, incluso en las cosas más básicas nuestro cerebro interpreta lo que percibe a través de su propio constructo de ideas. Además, la mayoría de nuestros pensamientos no son sino juicios o valoraciones sobre las cosas o nosotros mismos.
Los pensamientos son la verdad
Esto es bastante preocupante, sobre todo cuando estos pensamientos no son más que opiniones, y especialmente cuando esas opiniones son sobre nosotros mismos.
Todos los pensamientos son igual de importantes
Si, como vengo diciendo, una gran parte de nuestros pensamientos son valoraciones u opiniones sobre las cosas. ¿De verdad estas son igual de importantes que las decisiones que puedas tomar en tu trabajo, por ejemplo?
Los pensamientos son órdenes
Esta es una trampa en la que caemos cuando pensamos que debemos actuar según nuestras ocurrencias. Y puesto que hemos visto que no todos los pensamientos son igual de importantes y que incluso pueden no ser verdad ni reales, es algo que deberíamos evitar.
Los pensamientos son amenazas
Somos víctimas de esta trampa cuando proyectamos automáticamente sobre nosotros mismos realidades que sólo suponen una amenaza para otras personas. El ser humano es capaz de aprender de forma vicaria, como ya explicó Bandura en su teoría del Aprendizaje Social, o lo que podríamos resumir como «aprender en cabeza ajena».
Pensamientos y guiones pasados y obsoletos
Somos animales de costumbres y muchas veces reaccionamos en automático manteniendo comportamientos e ideas que han quedado obsoletos. No somos los mismos que unos años atrás. Muchas veces mantenemos esos pensamientos de forma inconsciente. Si son negativos intentamos enterrarlos en algún sitio, pero están ahí latentes como una mina esperando ser pisada para explotar en nuestra mente.
Las escenas de terror son reales
Es el típico problema que se plantea ante determinados bloqueos. Por ejemplo, si alguien tiene miedo de hablar en público y se imagina a sí mismo quedándose bloqueado ante un auditorio, se bloqueará. En realidad, sólo ha sido una imagen en su mente, pero ha desencadenado una reacción automática, como veíamos en el punto anterior.
La permanencia
Si piensas que un problema, o bloqueo durará «para siempre» y te afectará de modo permanente, has caído en esta trampa. Suele expresarse junto con palabras como «siempre» y «nunca». «Siempre me bloquearé»... «Nunca seré feliz».
La generalización
«Todo lo hago mal» es una frase que expresa cómo alguien puede generalizar algún problema puntual al resto de su vida. Esta afirmación es evidentemente falsa. Igual que nadie es capaz de hacerlo todo a la perfección, nadie es capaz de hacerlo todo mal.
La personalización
Esta trampa tiene que ver con cómo se percibe la «responsabilidad» de los problemas. Las personas pesimistas suelen otorgar dicha responsabilidad a factores externos. Todos sus problemas provienen de factores ambientales, sociales, laborales sobre los que él no tiene el control.