Hace un tiempo llegó a mis manos un flamante «bq E5HD» con Ubuntu Touch con el que estaba contento. Era un sistema operativo distinto, sin las mierdas de google. Tenía sus pegas, claro. Como la exigua lista de aplicaciones y el acostumbrarte a sus cosas y manías (como la barra esa del ubuntu o el que no tuviera botones).
El tema es que hace nada Canonical, la casa madre de Ubuntu ha tirado la toalla con la convergencia entre ordenador, tablet y móvil.
Yo aguantaba ese teléfono con la esperanza de que la prometida convergencia llegara y los ordenadores de bolsillo que llamamos teléfonos inteligentes pudieran utilizar sistemas operativos libres. Sin embargo, las grandes empresas que tienen copado el mercado han sido implacables con la competencia.
Pero esta mañana me he puesto en plan «juasker» y le he cambiado el sistema operativo al móvil. Ahora toca morir al palo de Android. Me he pasado toda la mañana y parte de la tarde instalando el sistema operativo y deshabilitando todos los servicios de google que me he cruzado, instalando las aplicaciones libres que utilizo, configurando cuentas de correo, de mensajería y demás.
Así que por una parte tengo la satisfacción del «juasker» por ser la primera vez que cambio un sistema operativo de un teléfono, pero por otro lado la lástima que me da haber quitado un sistema más libre por uno que se mantiene de husmear en nuestras vidas.